sábado, 1 de abril de 2017

Sentarse para sentirse




Por Rosa Sánchez González

A lo largo del día, realizamos muchas actividades y nos dejamos muchas otras por hacer, generalmente por falta de tiempo. Las horas del día no nos parecen suficientes, no encontramos el momento de parar y, aunque paremos el cuerpo, nuestra mente sigue trabajando a una velocidad imparable, es decir, nuestra voz interior nunca descansa, se pasa el día entero “dando la murga” con un caos de pensamientos (para concretar, entre 40.000 y 60.000 pensamientos cada día).
Nuestra mente se comporta de una manera caótica y caprichosa (según el budismo, “como un mono loco” que no para de ir y venir).Veamos un ejemplo: ¿cuántas veces hemos estado en un sitio maravilloso de vacaciones y nuestra mente ha seguido “a su aire”, con pensamientos que vienen y van, sin que nosotros los controlemos, sin poder desconectar del pasado ni del futuro, es decir, sin estar en el presente? Evidentemente, este mecanismo no nos deja disfrutar del viaje que tanto deseábamos realizar…
Este artículo trata sobre “parar la mente” en vez de ser usados por ella. Como indica su título (Sentarse para sentirse) nos va a dar pautas para que el día a día sea más gratificante mediante el control de nuestra mente.

¿Cómo funciona nuestra mente?


Nuestro cuerpo puede descansar sin problemas, nuestra mente es más difícil que lo haga. Así pasamos nuestra existencia anticipando el futuro, recordando el pasado y nos habremos perdido lo que de verdad existe, el momento presente.



Pero... ¿cómo se producen los pensamientos? En primer lugar habría que entender que el cerebro es un órgano compuesto por células, y que desde un punto de vista funcional las neuronas son las más importantes.
Las neuronas tienen la propiedad de producir y conducir corriente eléctrica gracias a la cual establecen un sistema de comunicación de tipo electroquímico (corriente eléctrica + compuestos químicos o “neurotransmisores”): la sinapsis.
Al hablar de pensamiento normalmente hacemos referencia a una función mental. La actividad mental tiene como base fundamental la actividad neuronal. Por ello una primera respuesta sencilla sería que el pensamiento se produce gracias a la actividad neuronal (la capacidad de producir sinapsis). Las neuronas establecen verdaderos circuitos eléctricos los que, en base a la genética y a la experiencia, se van modificando a lo largo de toda la vida.
Finalmente, un aspecto clave es que los pensamientos adquieren un formato: el lenguaje. Esto que parece tan obvio, puede determinar según algunos autores, diferentes capacidades de comprender el mundo, según lo rico o pobre que sea nuestro lenguaje, y con ello afectar nuestras capacidades de pensamiento. Este lenguaje, más que un determinado idioma, significa también nuestra capacidad de interpretación de los contenidos emocionales de las cosas que nos pasan.
Con todo lo anterior, podríamos suponer que una buena respuesta requiere comprender aspectos aún desconocidos de la generación de las emociones, de las capacidades analíticas y de los mecanismos por los cuales las experiencias modifican los circuitos neuronales que participan en el pensamiento.
El siguiente vídeo aporta una descripción más visual de la producción de los pensamientos y algunas otras claves interesantes, como la reiteración de esquemas de pensamiento y estados de ánimo por la formación de “redes neuronales” más o menos estables:

https://www.youtube.com/watch?v=_xg6oqZ49c8

Para mejorar la comprensión de estos conceptos hagamos una prueba: si nos quedamos unos minutos en silencio, cerramos los ojos e intentamos ser conscientes de los pensamientos que nos asaltan, nos daremos cuenta de lo que pasa en nuestra cabeza durante todo el día. Es como tener una radio enchufada permanentemente que repite le mismo programa un día tras otro, porque tenemos el mismo patrón de pensamientos un día tras otro.


Pero… ¿se pueden controlar los pensamientos?




La respuesta es afirmativa, el objetivo de este artículo es conocer algunas habilidades de “autocontrol” para vivir el presente, el aquí y ahora, evitando así problemas de ansiedad, estrés, etc. que nos producen muchas enfermedades, acortándonos la vida.
En la actualidad se emplean muchas técnicas para el control de los pensamientos y de las emociones, con diferentes enfoques y que provienen de diferentes escuelas psicológicas, incluso de raíz filosófica o religiosa (p.e. el budismo).
Sin embargo en este artículo, como su nombre indica, nos vamos a centrar en una técnica para parar los pensamientos improductivos, el barullo de ideas, dejar la mente en blanco para poder contemplar el presente, contemplarnos a nosotros mismos y, si lo deseamos, desarrollar pensamientos productivos.

“Sentarse para sentirse”


Esta técnica la podemos resumir en tres pasos:

1. Parar
2. Respirar
3. Actuar

Parar: No hacer nada




“Parar” es no hacer nada. Algo tan sencillo, es uno de los regalos más valiosos que podemos hacernos cuando nuestros pensamientos nos desbordan.
Acostumbrados a llenar nuestra vida de acción, cuando nos piden que descansemos, al principio nos sentimos liberados y, muy poco después, incómodos. Tardamos en acostumbrarnos a NO HACER NADA, no sabemos qué hacer con el cuerpo y mucho menos con la mente.
Por eso deberíamos aprender a reservar tiempo exclusivamente para el descanso, tiempo para:
Dormir
Relajarse
Cuidarnos
Contemplar sin intervenir
Permanecer en silencio
Un tiempo íntimo y muy valioso, literalmente un regalo pues, si nos lo permitimos, entenderemos que no es necesario “producir” a todas horas.
En definitiva, este primer paso consiste en dejar por un momento nuestra actividad diaria y no hacer nada, como punto de entrada a un estado de RELAJACIÓN.
La práctica de la Relajación tiende a aclarar ideas, a purificar y a rectificar valoraciones. Tiende a proporcionar una perspectiva mucho más serena, más profunda y más auténtica.
A la Relajación se llega a través de la RESPIRACIÓN.

Respiración




La respiración es una forma de generar “consciencia”, por ello hablamos de la “Respiración Consciente”. Una “Respiración Consciente” es suficiente para crear un poco de espacio donde antes solo estaba la sucesión incesante de un pensamiento tras otro.
Una técnica típica de respiración consciente consiste en desviar nuestra atención hacia la punta de nuestra nariz fijándonos en las veces que inhalamos y exhalamos. Si te das cuenta, cuando fijas tus ojos en esa parte de tu anatomía tu mente automáticamente bloquea cualquier otro tipo de pensamiento, lo cual resulta muy útil cuando pretendemos que los pensamientos negativos no dominen nuestra vida.
Con dicha técnica logramos alcanzar la calma mental y por tanto favorecemos a una posible entrada de pensamientos positivos para invertir la corriente de nuestra mente.
Dentro de este mismo grupo de RESPIRACIÓN CONSCIENTE encontramos otro ejercicio que facilita la relajación de todo nuestro organismo. Se trata de fijar nuestra atención cuando respiramos de tal manera que si empleamos 3 segundos para inhalar, debemos emplear 6 segundos para exhalar. Es decir, exhalamos el doble de tiempo que inhalamos por lo que conseguimos que nuestro cuerpo reduzca cualquier ritmo vital ayudando con ello al bienestar emocional.
El siguiente video es una ayuda a practicar la respiración consciente con una imagen sugerente y música relajante.
https://www.youtube.com/watch?v=cLWZpCVRw7I

Actuar



Alcanzado el estado de relajación mediante la respiración es posible desarrollar actividades de control de pensamiento para nuestro desarrollo interno, para “actuar” a fin de mejorar nuestro día a día.
Si queremos profundizar en nuestro desarrollo interno, es preciso trabajar el conocimiento de uno mismo, y, de las cosas que se pueden hacer para auto-conocerse, uno de los pasos previos más importantes es el poder de auto-controlarse y tener un dominio total sobre lo ocurre en nuestra cabeza, refiriéndonos al control y la disciplina de los pensamientos.

Un torbellino de ideas

Cuando uno empieza a meditar, el problema más común es que no hay forma de evitar que toneladas de ideas, pensamientos, imágenes, canciones, recordatorios sobre cosas que tenemos que hacer, etc., se acumulen rápidamente uno detrás de otro en nuestra cabeza. Intentas mantener la concentración en la respiración y a los 10 segundos estás proyectando en tu mente, sin que te hayas dado cuenta, la imagen del supermercado donde tienes que ir por la tarde a hacer la compra y lo que se te ha dicho que no te olvides de traer. Luego de repente aparece una canción de fondo, ¿quien está cantando ahí dentro que me distrae? Y un pensamiento lleva a otro y el hilo de imágenes se sucede y a los tres minutos que vuelves a hacerte consciente de tu respiración te das cuenta que has estado completamente ausente del proceso meditativo y completamente dominado por tus programas automáticos y formas mentales que sutilmente han vuelto a hacer de las suyas.


Todo desarrollo personal, usando el método o herramientas que sean, se ven confrontados tarde o temprano con la necesidad de disociarnos de esa retahíla de pensamientos, y, sobretodo, ser capaces de controlarlos a voluntad. Estamos tan acostumbrados a que sea normal que esos pensamientos vaguen a sus anchas por la mente que nos parece que es lógico que así funcione la cosa, cuando en realidad, el ser que encarna en el cuerpo y el “Yo observador” como parte principal de la conciencia que ha de dominar al resto de programas automáticos, son los que deberían decidir cómo y cuándo usar el poder de la mente, y cómo y cuándo desactivarla o concentrarla. No solo estamos hablando de poder así profundizar en ejercicios meditativos entrando en otros estados de conciencia o percepción, sino simplemente ser capaces de dominar la concentración en una idea sola por ejemplo cuando trabajamos con las técnicas de creación de la realidad.
Así que una de las primeras cosas es eso, aprender a dominar la mente, y para ello os propongo varios ejercicios sencillos, que, haciéndolos con constancia, pueden proporcionar una serie de beneficios impresionantes en el dominio de uno mismo.

Despertar al observador

El primer ejercicio consiste en hacer una pequeña meditación y observar nuestros pensamientos. Es decir, se trata de ser conscientes de lo que nos está viniendo en todo momento, como si lo estuviéramos viendo desde otro lado. Hay que seguir el hilo de todo lo que va llegando a nuestra cabeza: ahora estoy pensando en el trabajo, veo una oficina, ahora salto a la reunión de mañana, viene la idea de que tengo que terminar el informe, la cena por la noche…me tengo que acordar de hacer la compra….
La idea es ser capaces de notar de forma consciente todo lo que se nos pasa por la cabeza, sin involucrarnos en ello. Cuando somos capaces de estar entre 5 y 10 minutos observando esos pensamientos sin perder el control del hilo argumental, podemos pasar al siguiente ejercicio, pues estamos en posición de haber despertado al “observador” interno, a la conciencia interna que es capaz de percibir lo que sucede en si mismo.

Concentrarse en un solo pensamiento

El siguiente ejercicio de control mental es ser capaces de fijar la mente en uno solo de esos pensamientos, de bloquear al resto y de mantener control absoluto y concentración absoluta en una sola cosa durante al menos 5  minutos ininterrumpidos. Es bueno usar un símbolo que nos inventemos, no una cosa real, que pueda traer asociado referencias o ideas externas que nos tiren del hilo cuando nos despistemos.

Bloquear todos los pensamientos

Cuando los dos ejercicios anteriores estén dominados, y cuando somos capaces de observar nuestra mente sin distraernos en ella, y somos capaces de mantener la concentración en un solo pensamiento, el siguiente paso de autocontrol mental es bloquear la aparición de todo pensamiento, lo que tan comúnmente se llama “dejar la mente en blanco”. El poder de voluntad que se desarrolla aquí es imprescindible para luego proseguir con cualquier otro tipo de ejercicio de desarrollo personal o espiritual, ya que llegamos a ser capaces de mantener la mente libre de ideas sin control. Al principio conseguimos apartar todos los pensamientos durante 10 segundos, con la práctica llegamos a 30, y con la práctica a un minuto antes de que perdamos de nuevo la concentración y todo vuelva a ser un batiburrillo de ideas e imágenes. Cuando lleguemos a mantener nuestra pantalla mental a cero durante unos 5 minutos, habremos desarrollado lo suficiente este autocontrol.

Seguir nuestro ritmo

Cada individuo tiene su propio ritmo No es aconsejable acelerar nuestro desarrollo, todo requiere tiempo y cada uno tiene el suyo. Simplemente hay que tener paciencia, perseverancia y constancia para poder ir gradualmente avanzando en nuestro objetivo.

Para finalizar…

A lo largo de este artículo solo hemos querido introducir la idea de que para mejorar nuestra vida diaria es preciso acallar el batiburrillo de ideas que no nos dejan concentrarnos en el momento y que para ello hay técnicas útiles como las descritas, que se resumen en el “Sentarse para sentirse”.
Sin embargo hay multitud de técnicas posibles que se pueden adaptar mejor a nuestra propia manera de ser y nuestras necesidades
Es posible encontrar muchas referencias interesantes, aquí incluimos algunas propuestas:

Biografía del silencio. Pablo d’Ors
El poder del ahora. Eckhart Tolle
Ligero de equipaje. Tony de Mello
Tus zonas erróneas. Wayne W. Dyer

Finalmente, reseñar que en ya en muchos Centros de Salud se forman grupos para practicar la relajación dirigidos por profesionales de enfermería. ¡Consulta en tu centro !



y recuerda, somos lo que sentimos…
¡¡ Siéntate, respira y siéntete !!