Por Olga Álvarez Montes
La muerte hace unos días de Rosa, la anciana de 81 años residente en Reus , en un incendio provocado por una vela al carecer la vivienda de electricidad por impago, ha causado una gran conmoción social y ha sacado a relucir la triste situación en la que se encuentran muchas familias como consecuencia de la crisis en nuestro país.
Y es que, detrás de esta historia, se esconden cientos de historias similares, historias de pobreza y fragilidad social que acontecen más cerca de lo que creemos, algunas de ellas ocultas por la vergüenza y fruto de políticas restrictivas cada vez más alejadas de la realidad social.
Pobreza energética
Según el estudio sobre pobreza y desigualdad energética que lleva a cabo la Asociación de Ciencias Ambientales cada dos años, una de cada tres familias en paro sufre pobreza energética, y alrededor de 1,8 millones de familias viven a oscuras. Según este estudio se producen unas 7000 muertes prematuras al año relacionadas con incendios y enfermedades cardio-respiratorias.
A su vez, los gastos de luz y gas en los hogares han aumentado un 42%, y España es el cuarto país de la Unión Europea con más hogares incapaces de mantener una temperatura adecuada, siendo las comunidades más afectadas Murcia, Extremadura, Andalucía, Castilla-la Mancha y Cataluña.
Como enfermeros de familia y comunitaria, somos testigos involuntarios de esta y otras terribles situaciones en nuestro trabajo diario, ya sea cuando acudimos a los domicilios, donde se observan muchas carencias de todo tipo, desde la escasez de luz, la ausencia de calefacción, los problemas asociados a la soledad e inacapacidad funcional de muchos ancianos que ven cómo se han recortado escandalosamente las ayudas a la dependencia etc.... o también en nuestras consultas, donde observamos con frecuencia la imposibilidad de llevar a cabo una alimentación adecuada y saludable porque comer bien es caro o no se puede evitar el sedentarismo porque, simplemente, apenas existen ascensores en el barrio.
Y es que, las enfermeras de atención primaria, como ya hemos comentado otras veces,somos la bisagra entre lo social y lo sanitario, y forma parte de nuestro trabajo no sólo la labor asistencial propiamente dicha, sino la atención integral al individuo y su entorno, detectando los riesgos que puedan afectar a la salud de los ciudadanos y llevando a cabo las gestiones necesarias en colaboración con los trabajadores sociales y otros profesionales para mejorar en lo posible la calidad de vida de la población.
Desigualdades en salud
Las desigualdades sociales en salud son las diferencias injustas que se observan entre las personas en función de su clase social, género, o etnia, lo que repercute en un peor estado de salud en los colectivos socialmente menos favorecidos.
Las tres cuartas partes de la humanidad (¡4.500 millones de seres humanos!) no disponen de la opción de elegir libremente factores fundamentales para su salud, como una alimentación adecuada, vivir en un ambiente saludable o tener un trabajo digno.
La Comisión de Determinantes Sociales de la Salud, creada por la OMS en 2005, nos dice en su informe del 2008 que la desigualdad en salud es la principal “enfermedad” que asola nuestro planeta.
Dicha comisión recalcó que "la injusticia social está acabando con la vida de muchísimas personas"
Pobreza y enfermedad van de la mano y forman un círculo vicioso muy difícil de romper.
Además, estas desigualdades han aumentado a lo largo de los años. Estudios realizados en varios países -incluido el nuestro-, señalan también la existencia de este tipo de desigualdades
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La Comisión para Reducir las Desigualdades Sociales en Salud en España señaló que las causas de las desigualdades en salud están influidas también por otros factores relacionados con las condiciones de vida y trabajo, como son el contexto socioeconómico y político de un país, las condiciones del empleo y trabajo (situación laboral y precariedad), la carga de trabajo no remunerado del hogar, el nivel de ingresos, la calidad de la vivienda, y el barrio. Finalmente, los servicios sanitarios pueden tener un efecto en la desigualdad, sobre todo si su acceso, utilización y calidad son menores para los grupos sociales menos favorecidos, como es el caso de los inmigrantes irregulares.
Teniendo en cuenta esto, para reducir las desigualdades en salud, es necesario poner en marcha políticas públicas para mejorar las condiciones de vida y trabajo de las personas.
La reducción de estas desigualdades en salud debería constituir una prioridad en la agenda política de los gobiernos y administraciones públicas, pero quizá hay demasiados intereses creados y poca voluntad política al respecto.
Como individuos, no podemos mirar hacia otro lado, la salud es un derecho, no un privilegio.
La enfermera de atención primaria frente a la desigualdad
Entre las funciones que se atribuyen a las enfermeras de atención primaria se encuentran estas dos fundamentales:
1.-La Enfermera Familiar y Comunitaria debe adquirir un especial compromiso con los sectores sociales más desfavorecidos por razones de clase social, género, etnia, edad, discapacidad, enfermedad, etc. con el objetivo de mantener un principio de equidad en el acceso a sus cuidados. Para ello planifica, dirige e implementa en su actividad cotidiana programas de salud específicos dirigidos a cubrir las necesidades de estos y otros grupos en riesgo.
2.-La Enfermera Familiar y Comunitaria debe cooperar y participar activamente con las organizaciones y redes comunitarias, organizaciones no gubernamentales, asociaciones de ayuda mutua y demás instituciones públicas o privadas que tienen por objetivo mejorar la salud del conjunto de las personas.