Si la primavera pasada fue complicada para las personas con alergia al polen, este año puede ser aun peor. La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) ha previsto que este año las cifras de polen superarán a las del año pasado. Según un informe de esta entidad, el cambio climático y el calentamiento global podrían ser responsables de un incremento notable en la cantidad anual de pólenes, y de un adelanto de 3 semanas de las fechas de polinización de las plantas alergénicas. Y junto con el incremento de los niveles de polen aumenta el número de casos nuevos de polinosis entre la población. Por esto y por su alta incidencia estacional vamos a dedicar este post a recordar algunos datos sobre esta molesta patología.
¿Qué es la polinosis?
La alergia al polen o polinosis es una enfermedad alérgica que se caracteriza por síntomas que afectan principalmente a los ojos, nariz y pulmones. Aparece normalmente durante las estaciones de primavera y verano y afecta aproximadamente al 15% de la población, siendo más probable su aparición entre los 10 y los 30 años. Es más frecuente en las ciudades que en el campo probablemente porque la contaminación atmosférica de los centros urbanos potencia el efecto alergénico del polen. A pesar de estos datos estadísticos, nadie está libre de sufrir una polinosis a cualquier edad, pudiendo hacer su debut a edades avanzadas.
El paciente alérgico sufre una respuesta exagerada a la exposición al polen que se acompaña de una serie de reacciones físicas y químicas que son las responsables de los síntomas de la alergia. Los pacientes alérgicos generan anticuerpos específicos contra el polen que viajan a unas células llamadas mastocitos que son particularmente abundantes en la nariz, ojos y pulmones. Allí se adhieren a la superficie de estas células, y cuando la persona entra en contacto con los alérgenos se inicia la liberación de sustancias conocidas como mediadores de la inflamación, entre los que se encuentra la histamina, que producen los síntomas propios de la alergia.
Síntomas de la alergia al polen
La polinosis se caracteriza por una serie de síntomas que se localizan principalmente en los siguientes órganos:
- nariz, produciendo una inflamación, caracterizada por estornudos, picor, congestión, secreción y obstrucción nasal
- ojos, provocando inflamación (conjuntivitis)
- paladar, garganta y oídos.
- pulmones, cuya inflamación produce tos, dificultad para respirar, y crisis asmáticas
Los niños suelen sufrir más habitualmente rinitis alérgica, la enfermedad crónica más frecuente, que en el 75% de los casos se complica con otras enfermedades asociadas como conjuntivitis, asma o dermatitis atópica.
En el caso de los adultos, las polinosis se convierten en uno de los principales motivos para acudir al centro de salud durante la primavera. La alergia al polen supone un importante coste indirecto para el paciente adulto, repercutiendo en su rendimiento laboral y provocando incluso su absentismo laboral.
Tratamiento de la polinosis
El tratamiento de la polinosis se basa principalmente en evitar la exposición al polen. Por ello, es fundamental estar bien informado sobre los periodos de germinación de los pólenes a los que se tiene alergia. Así se podría evitar la exposición y por lo tanto los síntomas. Existen muchas páginas de internet donde se ofrecen datos sobre los niveles de polen en la atmósfera que se pueden consultar a diario. Entre ellas ponemos como ejemplo la página de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid (http://www.madrid.org/polen/) donde se pueden consultar las predicciones de gramíneas, olivo así como un mapa del polen en la Comunidad de Madrid.
Así, las medidas de evitación del alérgeno consisten en evitar estar presente en los momentos y lugares donde se presentan los picos de polinización, intentando estar en un lugar cerrado en dichos momentos.
Pero estas medidas son muy difíciles de cumplir, por lo que en la mayoría de los casos es necesaria la utilización de un tratamiento farmacológico para controlar los síntomas o inmunoterapia para mejorar la calidad de vida de éstos pacientes.
La inmunoterapia (vacunas) debe ser prescrita por un especialista en alergología, que realizará unas pruebas diagnósticas para determinar el alérgeno concreto que provoca la reacción alérgica al paciente.
El tratamiento farmacológico, por otra parte, busca paliar la sintomatología que provoca la alergia al polen. Así, se administrarán antihistamínicos para reducir y eliminar la congestión nasal, los estornudos, la picazón e inflamación de las vías nasales (rinitis alérgica), las erupciones cutáneas, y el picor o la secreción de ojos. Para otros síntomas se administrarán antiinflamatorios, descongestionantes, analgésicos y broncodilatadores.
Consejos desde la consulta de tu enfermera
Como hemos dicho antes, el mejor consejo que se le puede dar al paciente alérgico al polen es que evite la exposición al alérgeno lo máximo posible. Desde tu consulta de enfermería te proponemos algunas acciones que pueden ayudar a prevenir la exposición y la reacción alérgica al polen:
- Utilizar humidificadores y aires acondicionados con filtro anti-polen en las habitaciones.
- Reducir las actividades al aire libre entre las 5 y las 10 de la mañana y las 7 y las 10 de la tarde, cuando las concentraciones de polen son mayores.
- Evitar cruzar por zonas verdes y parques de la ciudad.
- Evita salir a espacios abiertos en días de mucho viento.
- No abandonar la medicación aunque remitan los síntomas.
- Utilizar gafas de sol en los trayectos a pie.
- Evitar el transporte en bicicleta y moto, y en el coche no llevar las ventanillas bajadas.
- Ventilar la casa hacia el mediodía y mantener las ventanas cerradas el resto del día.
- Ducharse y cambiarse de ropa al volver a casa, ya que el polen se deposita en la ropa y el pelo.
- Evitar humos, olores fuertes, cambios bruscos de temperatura.
- No dormir cerca de plantas o árboles.
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