Lo personal es político
El mundo es un lugar
de lucha de poderes. El poder establecido, el eje patriarcado-capitalismo, el
clasismo, el racismo, el neocolonialismo, la xenofobia, la discriminación por
orientación sexual, por identidad sexual, y otros miles de -ismos, siguen cada
día más fuertes y cada día hay más gente dispuesta a combatirlos.
En este 8 de marzo que se avecina, quiero recordar la importancia de seguir luchando contra todo este tipo de opresiones.
En este 8 de marzo que se avecina, quiero recordar la importancia de seguir luchando contra todo este tipo de opresiones.
Desde las consultas, desde la calle, desde el lugar
de trabajo, en el parque, en el autobús, en el seno de las familias, en la
intimidad, transformando lo privado en político. Porque lo “personal es
político” y este grito, proclamado por la feminista radical Carol Hanish en los
años 60, sigue tan incandescente como nunca.
A las mujeres nos queda aún mucho por pelear, por rebatir, por desmantelar, por sacudir, por visibilizar, por ocupar. Desestructurar las reglas de juego del patriarcado-capitalismo que sigue utilizando a las mujeres, al cuerpo de las mujeres, como medio de productividad, mercantilizando nuestras vidas, para beneficio del capital.
A las mujeres nos queda aún mucho por pelear, por rebatir, por desmantelar, por sacudir, por visibilizar, por ocupar. Desestructurar las reglas de juego del patriarcado-capitalismo que sigue utilizando a las mujeres, al cuerpo de las mujeres, como medio de productividad, mercantilizando nuestras vidas, para beneficio del capital.
Las mujeres y la publicidad |
Son explotadas en el trabajo doméstico invisibilizado con doble o triples jornadas, siendo las principales cuidadoras de las personas mayores y de sus hijos e hijas. Acosadas permanentemente en las calles, en el lugar de trabajo, por jefes, compañeros, o por jefas que cumplen el papel asignado por el patriarcado.
La emancipación de la mujer no pasa
solamente por la igualdad de derechos en el plano económico, social y político
con respecto al hombre, sino también por desmantelar el régimen del capitalismo
y la mercantilización de vida que nos impone.
La
salud de las mujeres en una sociedad androcéntrica
Las ciencias médicas
son controladas, desde sus albores, por los hombres. Desde los ensayos clínicos
en los que las mujeres no participan, hasta los estudios de investigación donde
los datos no son desagregados por sexos. Dentro de la misma profesión
sanitaria, a pesar de la feminización de la profesión médica y de la
enfermería, los puestos de poder los siguen ocupando los varones. Las mujeres
siguen padeciendo de la dificultad de ascender, y compiten con compañeros
varones que tienen más tiempo para dedicarse enteramente a sus carreras
profesionales.
En cuanto a la
salud, las mujeres están peor diagnosticadas y tratadas, y observan cómo
períodos de su ciclo vital son convertidos en enfermedades en manos de expertos
y farmacéuticas. Infradiagnosticadas en enfermedades como el Infarto de
Miocardio, la Enfermedad Obstructiva Crónica y la Hipertensión Arterial Esencial,
como algunos ejemplos, con retraso de diagnóstico y aumento de la
morbimortalidad, y por consiguiente, con empeoramiento de la calidad de vida.
Hipermedicalizadas en el ciclo menstrual, la menopausia, y en el embarazo y
parto.
Los problemas emocionales de las mujeres están medicalizados. Se tiende
a prescribir más fármacos psicoactivos, como ansiolíticos y antidepresivos de
baja intensidad, a mujeres que a hombres. Al malestar inespecífico de las
mujeres, Betty Friedan, en su Mística de la Feminidad (Friedan, 1970), lo
denominó “la enfermedad que no tiene nombre”; estos síntomas inespecíficos que
tantas veces escuchamos en las consultas son producto de la construcción social
del sujeto mujer, y son un conjunto
de imposiciones sociales, estereotipos, normas, obligaciones, deberes y asunciones
que aprisionan a las mujeres en el objeto
mujer.
El sufrimiento en las consultas de
atención primaria y las mujeres
En innumerables ocasiones, el motivo de consulta no es el dolor
de espalda, ni la migraña, ni la corpalgia, ni el diagnóstico es la
fibromialgia o la depresión. El sufrimiento es parte in excluyente de las
vivencias humanas y están camufladas en nuestra consulta como problemas
biomédicos, que son en realidad, expresión de un contexto biográfico,
sociocultural y de género. Las mujeres son las que más padecen este malestar. Son las más frecuentadoras,
las de más difícil manejo, viven más pero con peor calidad de vida.
Como profesionales de la salud, el entender y conocer el
contexto histórico-social dónde nos insertamos y conocer el movimiento
feminista y sus aportaciones a la salud de las mujeres, nos posibilita una
mirada integral e integradora de la sociedad y permite una atención
multidimensional del y de la paciente, evitando el sesgo de género[1] y de
clase social, entre otros.
Del sentimiento de impotencia ante los motivos de
consulta como “me duele todo”, “estoy muy cansada”, “no puedo dormir” a la
capacidad de crear un lugar de encuentro singular, horizontal con la paciente
que sufre, comprenderla, darle herramientas, reconocer, atender, escuchar : la
actividad asistencial deja de ser paternalista y empieza a empoderar a las
mujeres y a las personas. El concepto de enfermedad deja de ser biomédico, para
empezar a ser subjetivo, según cada sujeto y sus vivencias personales en un
determinado contexto. Politizar el sufrimiento. Porque la salud también es
política.
¡En este 8 de Marzo y en adelante, brindo por una Sanidad igualitaria, justa, pública y universal, para todos y todas!
[1] Los sesgos de género
ocurren al asumir que la situación de salud de las mujeres y hombres es igual,
y por lo tanto, tratarlas igual; o, en cambio, cuando de asume que es diferente
cuando realmente es similar.
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