jueves, 3 de diciembre de 2015

Alimentos funcionales: ¿Realidad o negocio?


Por Elena Monteagudo

Desde hace unos años, estamos viviendo como la publicidad, los supermercados, los programas de televisión, profesionales, etc.  nos bombardean con una amplia gama de alimentos a los cuales se les ha añadido vitaminas, compuestos y sustancias. Esta explosión de productos a los que se refieren como  funcionales, cuanto menos me ha suscitado curiosidad por el tema. Sin hablar de lo complicado que se ha vuelto la compra de productos como la leche o los yogures, especialmente si lo que buscas es el producto más natural y menos manipulado. Pero, ¿Qué son realmente los alimentos funcionales?, ¿Son un negocio de las marcas sustentado en un buen trabajo de marketing  o verdaderamente son beneficiosos para nuestra salud?, ¿Quién los debe consumir?...




A lo largo de este artículo vamos a ir intentando dar respuesta a todas estas preguntas, que no sólo se me ocurren a mí, sino que estoy segura que a ustedes también. Especialmente cuando estamos sentados ante el  televisor y aparecen anuncios en los que por ejemplo, nos recomiendan tomar una determinada bebida para reducir las cifras de colesterol. Pues bien, vamos a intentar adentrarnos en este mundo en expansión.


¿Qué son los alimentos funcionales?


Se trata de alimentos, es decir no son cápsulas, ni pastillas, ni sobres, ni suplementos, que consumidos en cantidades normales en el marco de una dieta equilibrada, aportan un beneficio que va más allá del estrictamente nutricional; ayudándonos a reducir los factores de riesgo de determinadas enfermedades, a mejorar la salud y el bienestar o ambas cosas. Todo ello respaldado desde un punto de vista científico.

Hay alimentos que per sé son funcionales como por ejemplo determinadas frutas, la leche, los frutos secos o la soja, ya que algunos de sus componentes son beneficiosos para la salud. Pero es que además, a partir de ellos se están desarrollando otros alimentos funcionales como es el caso de las leches o los yogures enriquecidos con calcio o con vitaminas varias.

Por lo tanto un alimento funcional puede ser:

-Un alimento natural (como los que acabamos de reseñar)
-Un alimento al que se le ha añadido o eliminado algún componente
-Un alimento al que se le ha variado la naturaleza de alguno de sus componentes o su biodisponibilidad.

Por tanto, estamos ante un amplio espacio de trabajo en el que coexisten por un lado la ciencia de la nutrición y por otro, las empresas alimenticias.



¿De dónde vienen?  ¿son necesarios?


El termino alimento funcional nace en Japón en la década de los 80, ante la necesidad de mejorar la calidad de vida a consecuencia del aumento de longevidad de la población y los problemas de salud derivados. Este fenómeno se extiende rápidamente a Estados Unidos y con más complicaciones se ha asentado también en Europa, donde en un principio la legislación y regulación no eran muy clarificadoras, pero que con el tiempo  han ido mejorando; las cuales dejan bien claro, que en ningún caso se puede señalar en el etiquetado que el producto tiene propiedades curativas o terapéuticas.

¿Pero realmente son necesarios? La respuesta a esta pregunta es que no, pero debemos añadirle una coletilla; siempre y cuando se siga una dieta mediterránea. La dieta mediterránea por si sola se considera funcional, ya que incorpora productos con las citadas características y además ha demostrado claramente que nos aporta beneficios para la salud y disminuye factores de riesgo relacionados con la aparición de  enfermedades tales como las cardiovasculares, la diabetes o la obesidad.

La siguiente cuestión que tenemos que plantearnos es: ¿seguimos una dieta mediterránea? Lo cierto es que en la sociedad actual la mayoría de la gente no la sigue. El estilo de vida que llevamos, las nuevas costumbres y gustos alimenticios han hecho que nuestras dietas estén cargadas de ácidos grasos saturados e hidratos de carbono de rápida absorción que hacen que las proporciones de nutrientes ingeridos se alejen de la ecuación recomendada:
Hidratos de carbono: 50-60 %
Grasas: 25-30%, en las cuales el predominio debe ser de grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas.
Proteinas: 12-15%
Importante el consumo de fibra y de agua (por lo menos 1,5 L)
Todo ello aderezado con ejercicio físico.



De manera indirecta otra causa que impulsa el consumo de este tipo de alimentos, es la falta de conocimientos en materia de alimentación. Si tuviéramos unas nociones básicas en referencia a la composición de los alimentos, sus principales funciones, etc. seríamos capaces de llevar una dieta más completa y equilibrada mediante la adecuada selección de productos. Ya que si por ejemplo no nos gusta un determinado alimento, póngase el ejemplo de la leche, seríamos capaces de identificar otros ricos en calcio (queso, yogur, frutos secos, espinacas…) sin tener que acudir a los productos enriquecidos, que se anuncian con insistencia en los medios de comunicación. En este punto me gustaría invitarles a que si tienen cualquier duda en referencia a la alimentación pueden consultarla con su enfermera de Atención Primaria.


Por tanto, tenemos que replantearnos la pregunta: ¿son verdaderamente necesarios? Más que necesarios, yo me referiría a ellos como favorecedores o recomendables en aquellas personas que por diferentes circunstancias no tengan una dieta lo más adecuada posible. Y con esto no me estoy refiriendo a que se incorporen a la dieta como suplemento o como un sustituto, pues esa no es su finalidad. Pero sí que se tengan en cuenta por ejemplo en niños o adolescentes o en personas donde su dieta carezca de determinados componentes como los ácidos grasos omega-3 o el aporte de calcio no sea el adecuado, cuando es básico especialmente a esas edades.

 Lo que debemos tener claro es que si nuestra dieta es variada estos no son necesarios. Por ejemplo, si nosotros ingerimos de forma habitual leche, nueces, sardinas, salmón, es decir alimentos ricos en calcio y ácidos grasos omega-3 no vamos a necesitar el consumo de leches o yogures enriquecidos, que además serán más caros.


¿De qué están compuestos?


Como hemos señalado anteriormente, pueden ser alimentos naturales u otros en los que se ha modificado algún componente. Dentro de los componentes que se añaden con mayor frecuencia a estos alimentos nos encontramos con:

-Probióticos: son microorganismos vivos (lactobacillus casei, bifidobacterias…) que ingeridos al ser incorporados en otros alimentos, producen un efecto positivo en la salud; como por ejemplo sobre el sistema inmunitario. No solo los encontramos añadidos a  productos lácteos sino también en cereales como la avena, embutidos o tés.

-Prebióticos: se trata de compuestos que no son digeridos por el cuerpo humano, pero que favorecen el crecimiento o la actividad de un grupo de bacterias; lo que reporta beneficios especialmente en el funcionamiento del tracto intestinal. En su mayoría se trata de hidratos de carbono que estimulan el crecimiento y desarrollo de bifidobacterias. Un grupo muy importante dentro de los prebióticos son las fibras.


bifidobacterias


-Simbióticos: son aquellos productos tanto con función probiótica como prebiótica.

-Determinadas grasas: cabe destacar los ácidos grasos omega-3, tan nombrados últimamente e incorporados en cantidad de alimentos, como por ejemplo en los huevos. Sus efectos positivos radican sobre el sistema inmune, su acción antiinflamatoria y sobre el perfil lipídico.

-Aminoácidos: con efectos positivos sobre el sistema inmune.

-Vitaminas y minerales: con una gran cantidad de funciones en diferentes órganos y sistemas.

Alimentos funcionales y el colesterol


El colesterol es una molécula que obtenemos mediante los alimentos de origen animal y la síntesis endógena del mismo. Los elevados niveles en sangre de la fracción LDL colesterol (comúnmente conocido como colesterol “malo”) están directamente relacionados con la aparición de enfermedades cardiovasculares, siendo éstas la principal causa de mortalidad a nivel mundial. Este exceso de colesterol se deposita entre la pared de nuestros vasos, disminuyendo el calibre de los mismos en un proceso conocido con el nombre de aterosclerosis. Este depósito paulatino va a dar lugar a la aparición de una placa (placa de ateroma) de composición grasa que puede separarse de la pared y viajar por el torrente sanguíneo con el riesgo de producir la obstrucción de vasos más pequeños dando lugar a infartos, tromboembolismos pulmonares o ICTUS.





Últimamente han aparecido en el mercado un gran número de productos que aseguran que su consumo regular lleva consigo un descenso en las cifras de colesterol. Se trata de productos en los que se han incorporado fitoesteroles.


 


Los fitoesteroles son moléculas de origen vegetal, que presentan  una estructura muy similar a la del colesterol y que tienen una mayor afinidad por los mecanismos de transporte que permiten su absorción; compitiendo por tanto con la absorción del colesterol. Estas moléculas las encontramos en las legumbres, frutos secos o la soja. Para que el descenso en las cifras de colesterol sea significativo (7,5-10%) es necesario un consumo diario de fitoesteroles de entre 1,5-2,4 gr.   Por ejemplo, una botellita de Benecol contiene 2 gr de esteroles; una de Danacol 1,6 gr o un vaso de 100 ml de  Naturcol nos aportará 0,3 gr de fitoesteroles.

Estos productos utilizados de forma adecuada son útiles para este fin, pero esto no nos exime de llevar una dieta en la cual las grasas ingeridas sean de calidad y cantidad adecuada y donde el ejercicio sea el otro punto básico. Por tanto, podemos resumir que estos productos son útiles, pero que no podemos separarlos de una alimentación adecuada y de la realización de ejercicio físico.

Alimentos funcionales y el tránsito intestinal


Una correcta alimentación (rica en fibra), junto con la realización de ejercicio y un aporte adecuado de agua son los tres pilares básicos para que nuestro tránsito intestinal sea lo más regular posible. La fibra, es un componente que no aporta nada desde el punto de vista nutricional, ya que no es absorbida, pero que por sus características ejerce funciones beneficiosas a nivel intestinal:

-Al ser capaz de absorber agua, aumentan el volumen de las heces lo que favorece su eliminación.

-La fibra insoluble aumenta la velocidad del tránsito intestinal mientras que la soluble la disminuye.

-La fibra tiene la capacidad de absorber en su estructura sustancias tóxicas, colesterol, ácidos biliares, etc disminuyendo su absorción y tiempo de contacto con la mucosa intestinal, lo que es útil en la prevención del cáncer de colon.

-Por otro lado amortigua la absorción de la glucosa, lo que ayuda a mantener unos niveles más constantes de glucemia, siendo muy recomendable en las personas diabéticas.

 Por lo tanto puede ser considerada como un componente funcional, recomendándose un consumo diario de entre 20-30 gramos. Pero ¿dónde la podemos encontrar? Se encuentra en abundancia en los productos del mundo vegetal: en la cubierta de cereales (integrales o también llamados de grano completo o en inglés “whole grane”, como lo podéis encontrar en algún etiquetado) en la cubierta de las  legumbres, cáscara de las frutas, en las verduras, etc. Podemos diferenciar dos tipos de fibra, cada una de ellas con una función diferente:

-Fibra soluble: absorbe el agua formando una especie de gel, retardando la digestión y la absorción de nutrientes. Por lo tanto aquellos alimentos que contengan este tipo de fibra son recomendables en las personas diabéticas

-Fibra insoluble: aporta volumen a las heces favoreciendo la eliminación intestinal. Muy útil para combatir el estreñimiento.




La amplia gama de productos ricos en fibra o los anteriormente mencionados probióticos, son útiles para la normalización y regulación del tránsito intestinal. Pero como de nuevo vemos si sabemos que alimentos naturales consumir, no es necesario otro tipo de productos modificados.

A modo de conclusión podríamos decir que los alimentos funcionales son beneficiosos en tanto en cuanto nuestra dieta se aleje de la mediterránea. Por lo que os animamos a que probéis nuestra receta mediterránea:


¡Y recuerda!, para cualquier duda de esta receta u otras muchas consulta a tu enfermera de Atención Primaria






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