miércoles, 11 de noviembre de 2015

"Dulce" adolescencia



Por Elisabeth Gutiérrez Bermúdez


“Llevaba un tiempo cansado y con un catarro que no lograba eliminar de su cuerpo. No tenía ganas de hacer casi nada y solo le apetecía dormir y descansar. En casa nunca antes le habíamos visto comer así con tanto deseo, como si llevara mucho tiempo sin hacerlo. Su sed era insaciable y no le permitía separarse del agua por mucho tiempo, lo que le provocaba orinar a menudo y con urgencia.
Comenzó a bajar de peso de forma rápida pese a comer más que antes y su estado de ánimo estaba cambiado, pues su sonrisa dejó de iluminar su rostro, su alegría se marchó y su malhumor era más frecuente de lo habitual. Algo estaba fallando.
Una tarde le llamamos y apenas respondió, estaba aletargado, moribundo. Acudimos a urgencias y ahí fue donde comenzó todo. Nos dieron la noticia de que no íbamos a volver solos a casa y nos presentaron a una nueva inquilina. Su nombre era  Diabetes Mellitus tipo 1 y por lo poco que sabíamos de ella, no era muy agradable y además venía a quedarse para siempre”.

Así fue como debutó mi hermano a los 11 años. Su diagnóstico fue un golpe muy duro para todos pero sobre todo para él. Conocer la enfermedad, entenderla, hacerle controles de glucemia, inyectarle la insulina, contar raciones de hidratos de carbono y unidades de insulina, impedir las tentaciones de comer dulces siendo tan pequeño, en definitiva, tener que aprender a convivir con esa inquilina que había venido para quedarse sin comprender por qué le había escogido a él.






Por desgracia, son muchas las familias que pasan por esta misma situación. La OMS clasifica la diabetes como una epidemia, y prevé que para el año 2025 sus cifras aumenten hasta 333 y 380 millones de personas en el mundo. El 14 de noviembre se celebra el día mundial de la diabetes y se creó en el año 1991 como medio para aumentar la concienciación global sobre ella. Se escogió ese día siendo el aniversario de Frederick Banting (médico e investigador canadiense) quien, junto con Charles Best (bioquímico), obtuvo la idea que les llevo al descubrimiento de la insulina en octubre de 1921.


La Diabetes tipo 1


Hoy en día la mayoría de población conoce, aunque sea un poco, lo que es la diabetes, o al menos la asocian a un problema de azúcar.




Aún así, no está de más recordar que es una enfermedad que produce un aumento de glucosa en sangre debido a que la insulina es autodestruida por nuestro organismo al no ser capaz de reconocerla como parte de él. Es entonces cuando aparece la necesidad de tener que aportar desde el exterior ésta hormona para así lograr unos valores de glucosa dentro de la normalidad y evitar complicaciones (tanto a corto como a largo plazo).


Pero no quiero extenderme en contar que es, como se trata, sus consecuencias y demás, esta vez nos vamos a centrar en una etapa vital que, si ya de por sí es complicada, añadirle una patología la agrava aún más.  Me refiero a la adolescencia y aunque parezca que no quiere cogerse de la mano de la diabetes, hay que enseñarle que debe y puede hacerlo sin dejar de disfrutar de las experiencias que se deseen.


La adolescencia y la diabetes


La adolescencia abarca desde 10-12 años hasta los 18, y representa una etapa llena de cambios hormonales, emocionales, y sexuales. Es donde se establece la propia identidad, se desarrolla la autoestima, se inicia la toma de decisiones y donde el círculo de amistades pasa a ser el eje central. Para el adolescente, lo que piensen, digan y hagan sus amigos es muy valioso, y el temor al rechazo prepondera. Por ello, tienden a negar su enfermedad y a mostrar cierta rebeldía, pudiendo incluso evitar hacerse controles de glucemia, inyectarse la insulina, o comer y beber lo mismo que los demás solo por eludir ese repudio que ellos creen puede crear en sus amistades.





Muchos padres no comprenden el porqué de este cambio, pues hasta entonces parecía saber controlar su enfermedad y ser responsable. Es por esto que se sorprenden, pues creen que no pueden seguir siendo capaces de autocuidarse y se tiende a sobreprotegerles, llegando incluso a provocar más enfado en ellos, pues se les priva de esa independencia que desean conseguir. Además, en este período cuesta mucho asumir responsabilidades y por ello se suele reducir la adherencia al tratamiento. Por esto mismo, si justamente lo que quieren es ser como los demás, deben seguir con el control para así realizar las mismas actividades sin correr riesgos.


Es importante inculcarles la idea de que traten su diabetes con naturalidad y hablen de ella en su entorno, eso hará que los demás la manejen con la misma espontaneidad. A diferencia de lo que creen, los amigos suelen acatar bien lo que sucede y se inclinan a ofrecer su ayuda. Ser aceptados por su entorno refuerza mucho a la hora de continuar afrontando su situación. No podemos olvidar que tras esa actitud de cambio, se esconde un adolescente lleno de temores e inseguridades y los padres son el pilar fundamental, son un ejemplo tanto para lo bueno como para lo malo, aunque parezca todo lo contrario. Hay que intentar que en esta nueva situación no sea un añadido la mala gestión de la enfermedad y así no crear más conflictos.





Otra característica es la creencia de la invulnerabilidad, ese típico sentimiento de que “a mí nunca me va a pasar nada malo”. Viven el presente sin pensar en el futuro ni en sus consecuencias por no cuidarse a tiempo, sienten un gran deseo por probar cosas nuevas y están llenos de tentaciones que desafían su control. Sienten un gran sentimiento de negación a todo lo que proviene de los padres, tutores y de todas aquellas personas que intentan imponerles o contradecir sus deseos y experimentan cambios de humor y estados de ánimo constantes.


El difícil papel de los padres: la relevancia de la comunicación. 


En esta etapa se discuten todas las explicaciones, en especial la proveniente de los progenitores, pues es cuando comienzan a desarrollar su propia capacidad de crítica. Así pues, se inicia una época de negociación quedando obsoleta la típica expresión “porque lo digo yo, que soy tu padre/madre”. Así mismo, se plantean cuestiones que nunca antes habían surgido, algunas como: quién, qué y cómo soy.

Cambian su forma de pensar y entender la vida y respecto al hecho de tener diabetes, aparecen preguntas y temores como: “¿podré llegar a ser lo que quiera?, ¿qué pensarán de mi?, “no volveré a ser el mismo, nadie me querrá, etc.” Por todo esto, es importante fomentar una adecuada autoestima para afrontar mejor las circunstancias. Los padres son imprescindibles durante todo el crecimiento, cuanto más y mejor valoren y resalten sus virtudes, más se valorará a sí mismo. Es muy importante facilitar la comunicación y que tengan en cuenta sus preocupaciones y miedos.





La adolescencia siempre es una etapa que sorprende a los padres, a pesar de ser avisados, y se requiere de una elevada dosis de paciencia y comprensión. El adolescente parece que no oye y que no hace caso a nadie, parece que no necesita ayuda y que lo sabe todo. Por esto, puede darse una disminución de vigilancia por parte de los padres respecto del comportamiento de su hijo con su diabetes.  Pero lejos de esto, la realidad es que necesitan ayuda y sobre todo apoyo.


¿Cómo puedo hacer más fácil la comunicación con mi hijo adolescente?


- Escuchar lo que dice, dejarle que diga todo lo que piensa o siente sin interrumpirle. Aunque ponga malas caras cuando le digáis que queréis hablar con él, no le hagáis caso y ceñiros a lo que le queréis contar.
- Dar importancia a lo que dice. Si cuenta con vosotros para hablar de sus cosas, valorarlo. De lo contrario, perderá la confianza y puede dejar de seguir haciéndolo.
- No criticar, ni juzgar ni culpabilizar. Si sancionáis su conducta constantemente pondréis una barrera. Si está enfadado y os grita, podéis corregirle con algo como: “ya veo que estás enfadado/a y me parece normal, pero si no me gritas me enteraré mejor. Cuando te calmes podremos seguir hablando”.
- No dar lecciones. Es más beneficioso enseñar a buscar soluciones y razonar las ventajas e inconvenientes de cada posibilidad.
- Ya no es un niño. Hay que recordar que se está convirtiendo en un adulto y hay que tratarle como tal.
- Enseñarle a comunicar sus sentimientos. Es insuficiente preguntarle solo qué ha hecho, también hay que preguntar cómo se ha sentido. Hay que aprender a expresar los sentimientos.
- Controlar los impulsos. Puede que explique cosas que no gusten. No hay que dejarse llevar por los nervios. Hay que evitar los gritos, amenazas y órdenes. Esperar a estar serenos para hablar.





“¡Paso de la diabetes!” La importancia de la motivación.


Aparece una menor adhesión al tratamiento, pues mantenerse firme durante toda la vida es complicado. Tener que sostener la misma rutina, no conseguir siempre los resultados deseados pese hacer todo lo posible y el cansancio, pues es una carrera sin final, pueden hacer sentirse desanimado y harto de vez en cuando, tanto a padres como a hijos. Puede que comience a comer a deshoras y/o comida no recomendable, a no hacer o hacer poco ejercicio, a no realizarse controles de glucemia y a no ponerse la insulina. Las transgresiones pueden ser utilizadas para llamar la atención y aunque no lo demuestre, se suelen tener remordimientos en un 90% de las veces. Así que para empezar, hay que ser capaces de ponerse en el lugar del otro, es decir, empatizar, pues a veces exigimos cosas que nosotros mismos no seriamos capaces de cumplir.




En esta época el diálogo resulta complicado,  en parte por el hecho de que el adolescente presenta la necesidad de mantener la privacidad sobre sus asuntos personales y los padres quieren seguir manteniendo la misma relación que cuando eran niños. Se tiende a pedir y a resaltar los aspectos negativos, pues es lo más sencillo. Esa actitud desmotiva, pues el ser humano actúa mejor por las buenas que por las malas, por eso es necesario emplear mensajes de ayuda para cuando se encuentre en esa situación de pasotismo ante su enfermedad.


¿Cómo puedo motivar a mi hijo para que siga cuidándose?


- Interesarse por saber qué es lo que le importa para motivarle y ayudarle a pensar en cosas que mejorarían su día a día si cuida de sí mismo.
- Priorizar objetivos y trabajarlos uno a uno.
- Pedirle compromiso en el siguiente paso pequeño a mejorar.
- Reforzarle y halagarle tras todo aquel logro que consiga, por pequeño que sea.
- Fijar metas asequibles (por ejemplo, si no se hace ningún control, que comience haciéndose solo uno al día e ir aumentando progresivamente).
- Delegar en él responsabilidades de forma gradual en función de su compromiso y madurez. Hay que confiar en él.





Hay aspectos familiares que pueden influir positivamente. Poder hablar sin juzgar, sin centrarse en la enfermedad, convencerle que tener diabetes no le hace diferente, entender por lo que está pasando, considerar los fallos como oportunidades de aprendizaje, dar explicaciones razonadas y no impuestas, reconocer, felicitar y premiar el esfuerzo y no el resultado, etc., son buenas estrategias de acercamiento. No hay que olvidar que a pesar de los intentos de distanciamiento y conductas agresivas, el adolescente necesita a su familia cerca, y aunque diga que pasa de la diabetes y que no le importa tener una glucosa elevada o una hemoglobina glicosilada de 12, no es cierto, no puede estar contento ante tal situación.
“No me duelen las heridas; solo el ser consciente de que no puedo curar todas las tuyas”.






Para los padres, el cuidar de sus descendientes es una de las experiencias más importantes y difíciles de sus vidas, y sentir que no cumplen con ese papel les puede hacer claudicar. Si de por sí duele que un hijo sea diagnosticado de diabetes, ver qué no se deja ayudar y/o deja de autocuidarse, exacerba la situación. La adolescencia es una etapa significativa en la que se perfila la personalidad y se es, de alguna manera, más susceptible a todo lo que sucede a nuestro alrededor. Crear un entorno cálido, atento y respetuoso, coopera en la relación de padres e hijos y en el curso de la diabetes. Se debe inculcar la idea de que convertirla en su mejor amiga es la opción más correcta.


Hay que recordar que no es un diabético adolescente, sino un adolescente con diabetes y hay que cuidarle desde esa perspectiva sin centrar todo el protagonismo en su enfermedad.


Enfermería vs adolescencia y diabetes


La unidad familiar puede verse desbordada y con la necesidad de buscar ayuda. Para ello, el Equipo de Atención Primaria y especialmente el colectivo enfermero, puede brindarle la educación, asesoramiento y apoyo necesarios. Enfermería tiene un papel fundamental dentro del equipo y la herramienta principal de su trabajo en la consulta y fuera de ella, es la de asegurar los conocimientos esenciales educando a las personas para que sean capaces de autocuidarse.





Desde la consulta de enfermería se ofrecen conocimientos incluyendo a los padres, pues en ellos recae el mayor peso durante los primeros años. Es fundamental ofrecer educación y entrenar sobre la alimentación correcta, las dosis de insulina adecuadas, las complicaciones que puedan surgir (como la hipoglucemia o hiperglucemia), el ejercicio físico, etc.

Al tratar a las personas desde un enfoque holístico, no solo se centra en la enfermedad, sino que también ayuda a conciliar esa armonía familiar que por varios motivos relacionados con la diabetes se está perdiendo. Respetará la intimidad del adolescente ofreciéndole la posibilidad de resolver sus dudas y temores sin la presencia de los padres, pues en muchas ocasiones los jóvenes no se sienten cómodos hablando de ciertos temas como la sexualidad, el tabaco o el alcohol y evitan nombrarlo por miedo a la reacción que pueda provocar.


Por otro lado, enfermería está al día de los nuevos avances en diabetes. Puede asesorar según cada situación en particular y aconsejar cual sería el más conveniente para conseguir así mayor confort y control de la diabetes.





Algunos ejemplos podrían ser la bomba de insulina (un dispositivo pequeño y portátil que administra insulina de acción rápida las 24 horas del día), el medidor continuo de glucosa (pequeño aparato que mide los niveles de glucemia continuamente, dando lecturas cada 5 minutos durante las 24 horas del día) o el sistema flash de monitorización de glucosa (la lectura de la glucosa se lleva a cabo a través de un sensor que se puede llevar en la parte posterior de la parte superior del brazo un máximo de 14 días. Cada análisis muestra un resultado de glucosa en tiempo real, una tendencia histórica y la tendencia de la glucosa en sangre).


El uso de la tecnología puede reforzar la adherencia al tratamiento y hacer más fácil el día a día del adolescente y su familia.




Si queréis más información acerca de la diabetes en edad joven, os recomiendo el siguiente manual que podéis descargar desde internet: “Me acaban de decir que tengo diabetes” Guía para jóvenes y adultos con Diabetes tipo 1.


¡No estáis solos, acudid a vuestro centro de salud

para recibir la ayuda necesaria!





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